¿Eres tan perezoso que no sabes cómo se escribe la palabra procastinar? ¿Es tanta tu vagancia que no vas a comprobar siquiera que lo hemos escrito mal? Lo que tú sientes no es obsesión, es procRastinación. Y este post te interpela. Venga, lee, no seas holgazán…

La pereza es inherente al ser humano, no debemos avergonzarnos por sentir este pecado capital de vez en cuando. En nuestro día a día, todos pasamos por momentos y circunstancias que nos dan muchísimo palo: aguantar la chapa de un desconocido, sacar al perro lloviendo o activar el Cl@ve PIN.

Hoy te traemos un TOP 5 de las cosas que más pereza dan, quitando, por supuesto, escribir este post.

1. Levantarse un lunes

Levantarse un lunes da mucha pereza

Bueno, subimos la apuesta, levantarse un lunes después de un puente de cuatro días. Más aún, levantarse un lunes después del puente de diciembre, con lo calentito que se está en la cama haciendo la croqueta. Ese es el lunes más lunes de todos los lunes. Si has sobrevivido a él, enhorabuena.

“Estar de lunes” es ya una expresión tremendamente popular y que además te exculpa ante situaciones que en otro contexto te dejarían en peor lugar que la vez aquella en que coordinando mal los dos besos le diste un pico a tu suegro:

-Las 9:23, a alguien se le han pegado las sábanas…
-ESTOY DE LUNES total.

-Tío, has derramado todo el café por el suelo.
-Perdona, ESTOY DE LUNES.

-¿Cómo? ¿Has hecho pis en el ficus que el director tiene en su despacho?
-Sí, fatal, ESTOY… (¡DESPEDIDO! No hagas eso, estar de lunes no lo justifica todo.)

2. Aguantar al cuñado en Navidad

Pereza aguantar al cuñado en Navidad

Esa cena de Navidad, la pesadilla de todos los años. Ese cuñado achispado. Esa sobremesa que se te hace más larga que siete pelis de Scorsese. El terror es eso. ¿Por qué te zarandea? ¿Por qué te habla tan cerca de la cara? ¿Por qué te cuenta lo barato que le ha salido el coche si nadie le ha preguntado nada? Qué ganas dan de soltarle un… verso de Pablo Neruda: “Me gusta cuando callas (añadiríamos 'la bocaza') porque puedo cenar tranquilo”.

La familia no se elige y se nota. Tampoco tienes tú la culpa del mal gusto de tu hermana. Solo tienes una opción: aguantar. El rape con almejas de tu madre bien merece aguantar la chapa del cuñado un rato, aunque existen algunas frases antídoto para repeler sus ataques. Aquí unos ejemplos:

-Después del coche irás a por el pelo nuevo, ¿no?
-El vino que has traído lo vi ayer en el súper a 2 €.
-Te tengo que pedir un favor…

3. Hacer las maletas

Qué pereza da hacer las maletas antes de viajar

¿Renunciarías a hacer un viaje solo por la pereza de hacer la maleta? Uau, tú eres vago prémium. Es, sin lugar a dudas, la parte más farragosa de las vacaciones, pero hay que pasar por ello. Sirva este consejo: NO LA CARGUES TANTO, COPÓN.

Para qué quieres diez bermudas si te vas tres días y te los vas a pasar con ese pantalón de deporte con forro, que ni ropa interior vas a gastar. Te cabe toda la ropa que te vas a poner en el neceser y coges la maleta con la que viajaste un mes a Japón. Un poco de cabeza, solo eso.

Reducir el contenido de la maleta le quitará peso al asunto (Ba-dam-tss!) y convertirá la tarea en algo menos tedioso. Que el proceso sea divertido y ágil, que luego llegamos a la puerta de embarque, te facturan la maleta, te cobran 100 € de suplemento y todo son dramas.

4. Preparar el túper para el día siguiente

El palo que da preparar el túper para el día siguiente

A duras penas somos capaces de saber qué cenaremos hoy, como para adelantarnos al día siguiente. Y al otro, y al otro, y al otro… Porque lo del tupper es la pescadilla que se muerde la cola, una noria que no para. La bola de piedra que persigue a Indiana Jones en En busca del arca perdida, que corre detrás de ti hasta que te espachurra.

Aun siendo cocinitas, mantener un calendario de menús preventivo es algo bastante incompatible con la vida, más si eres de natural haragán. Si te cuentas entre el team vagoletas, siempre puedes cocinar 35 kg de macarrones con atún y meterlos en el congelador. Eso sí, debes estar dispuesto a comer macarrones con atún cada día durante los próximos tres meses. O muy vago o muy de pasta. O ambas.

5. Cambiarse de cordones

Chica con Sliwils leopardo en unas zapatillas blancas

Partiendo de la base de que existe gente a la que ya le da flojera ATÁRSELOS, entendemos que existan también los que postergan el momento de cambiarlos. Pero vaya, que tampoco es cambiar el nórdico, que eso no es que dé pereza: es que básicamente es imposible.

A ver si es que tienes vagancia de cambiarte los cordones porque todavía no conoces Sliwils, una colección completa de cordones llenos de fantasía, luz y color. Una auténtica maravilla. Y sí, está mal que nosotros lo digamos.

Y ya está. Eso es todo…

A ver, sí, podríamos seguir mencionando cosas que nos dan pereza, pero lo dejamos para otro día. Estamos cansados y no va a ser todo trabajar, que el segundo desayuno del día no se come solo.

Además no quisiéramos aburrirte con un post larguísimo. Así que nada, nos despedimos. Hasta otra. Adiós.

P. D.: Haznos caso, píllate unos cordones estampados Sliwils y las ganas de cambiártelos (casi) cada día te vendrán solitas. Las mismas que te entrarán estas Navidades de decirle a tu hermana que se busque otro novio de una vez.